Conocemos tanta gente humilde, comprometida con la justicia y la paz desde el día que nacen hasta el que mueren, y nunca reciben reconocimientos sino represión y violencia. ¿Por qué no están ellos aquí? Por el orden social que niega el “principio de igualación” y de “co-operación”[1] ¡contra eso luchamos!

Con este reconocimiento, tenemos ahora un privilegio y la tarea es compartirlo, por eso está Carlos Moreno aquí, representante de los familiares de víctimas de la actual guerra en México, quienes tanto luchan heroicamente por la verdad y la justicia. En esto me inspira lo poco que conozco todavía de la vida de  IbrahimYahia El-Hibri (1936-2007), quien con sus  recursos económicos obtenidos desde las telecomunicaciones y la biotecnología, se dedicó a apoyar a la niñez pobre, y particularmente a huérfanos de la guerra en el Líbano, así como a promover la educación para la paz y la noviolencia.

Este reconocimiento que nos otorga que nos otorga El-Hibri, cierra un periplo en mi vida: en agosto de 1993 participé en una acción noviolenta de Interposición de cuerpos por la paz en Bosnia para evitar el genocidio musulmán y el sitio a Sarajevo; a la vez, en ese año creció el trabajo de nuestra comunidad ecuménica en Cuernavaca con niños en situación de calle; tres meses después explotó la guerra en Chiapas con el “¡Ya basta!” zapatista y surgió el Colectivo “Pensar en Voz Alta”. Ahora en 2014 recibimos todos los que participamos de esos “experimentos con la verdad” un reconocimiento de una fundación musulmana-ecuménica que nace con el trabajo humanitario hacia niños huérfanos de la guerra en el Líbano. Me produce asimismo una enorme alegría, hasta emoción, y estoy profundamente agradecido al ‘buen espíritu’ que sea una fundación musulmana-ecuménica quien comparte este reconocimiento a un cristiano-ecuménico.

A su vez, me da mucha alegría que se reconozca aquí también a tres jóvenes becados para el trabajo de paz, creo profundamente en el trabajo con jóvenes, no sólo para ‘mantenerme joven yo’ sino por su capacidad para “desafiar al orden establecido y a la normalización de lo inhumano”.

1-¿QUIÉNES SOMOS?

En lo personal, lo último que hubiera imaginado es estar aquí, pero como dice el Tao: si vas al norte camina al sur; o como decía un gran maestro de la noviolencia en México, el padre Donald Hessler: Dios tiene mucho sentido del humor.

La primera pregunta que surge ante un reconocimiento así es:

¿Por qué yo-nosotros? ¿Cómo se enteraron que ‘existía(mos)’?

Es una alegría saber de los anteriores premiados, tan valiosos en sus trabajo, y que hubo un proceso de selección amplio y plural desde organizaciones y personas que conocen a profundidad el tema. Me queda muy claro que cualquiera de las personas seleccionadas pudo estar aquí sin problema. Por otro lado, el reconocimiento mayor en estos casi 30 años de trabajo colectivo en el tema, siempre ha sido la reproducción social de jóvenes, niños y adultos que con sus vidas y luchas nos han enseñado tanto, y han podido conocer más, y aplicar estrategias y acciones de paz y noviolencia compartidas, y, a la vez, enseñarlas a otros muchos más.

Bueno es iniciar con la ‘verdad’: soy “pastito del cordón de la vereda (acera)”[2] –apasionado eso sí- de esta cultura y grupos: ante todo están mi esposa Myriam e hijo Joaquín, principio y fin de todo. Represento al Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), una organización latinoamericana que trabaja por la paz y la noviolencia sobre todo en los sectores más populares, unido en México al movimiento de mujeres del Grial y el Frente Cívico por defensa del ex_Casino de la Selva; al Colectivo “Pensar en Voz Alta” -unido al Programa de Investigación sobre el Cambio Social (P.I.CA.SO) de Argentina- quienes hemos trabajado en investigaciones sobre el costo humano de la guerra y militarización en México, en acciones directas noviolentas y campamentos de paz, y en la educación autónoma zapatista; al proyecto popular de educación alternativa “Caminando Unidos” sobre todo con niños y niñas en situación de calle en Cuernavaca; al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) fundado por el poeta Javier Sicilia y las víctimas de esta guerra en México; y ahora al Equipo de jóvenes de Paz y Noviolencia de Filosofía y Letras de la UNAM. Los últimos tres años muy unido también a IF, Appleton y Fund for Nonviolence con quienes construimos juntos el desafío de ‘robar tiempo al capitalismo y dedicarlo totalmente a la paz y la noviolencia’.

Atrás de esta cultura, como maestros y pilares fundamentales, están el ejemplo y las ideas del padre Donald Hessler, Dorothy Day, Gandhi, Mandela, Thich Nhat Hanh y muchas revoluciones noviolentas, Juan Carlos Marín, Jean Piaget, los indígenas zapatistas, Las Abejas y don Samuel Ruiz, los familiares de víctimas de la guerra en México, los niños, familias y trabajadores en situación de calle. A mí me toca aquí ahora ‘meter el cuerpo’, pero como ven hay muchísima gente más en estas experiencias colectivas, en un “trabajo de hormiga” como llamamos a uno de nuestros folletos ilustrados populares que hicimos sobre la guerra en Chiapas: este es absolutamente un premio al trabajo colectivo de muchos, unidos por la indignación ante la injusticia y por la felicidad que da conocer más y luchar. La fórmula de estos “Experimentos con la verdad” (diría Gandhi) es sencilla:

Conocimiento (con “principio de realidad”)-reflexión-toma de conciencia + acción (solidaria o de lucha) + trabajo colectivo-comunitario

Justamente por este sentido comunitario y colectivo del reconocimiento, el monto total será dividido en 4 partes iguales para las principales  fuentes de conocimiento y fuerza moral más recientes de nuestros trabajos: la educación autónoma zapatista; las víctimas y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad; las investigaciones y acciones sobre la cultura de la “desobediencia debida a las órdenes inhumanas” en Argentina y México.

2- EL ESTADO DEL PODER EN MÉXICO ES LA GUERRA

Si este reconocimiento es sobre la paz y la noviolencia, ¿por qué hablar de guerra y violencia? Ambas realidades son parte de un mismo proceso complejo con diferentes caras inescindibles, y no se puede construir una sin conocer las leyes de operación de la otra parte. El gran desafío que siempre hemos tenido es vincular, estas caras aparentemente opuestas pero complementarias, en la acción y en la reflexión, siendo ésta última la primer arma noviolenta con la que cuenta un individuo, un grupo.

Recibir un premio por la paz en un país en guerra creciente, plantea muchos desafíos de fondo. México es un país atravesado por “acciones de guerra”[3] contra todos los sectores sociales, cuyo rostro más visible es su costo humano: ejecutados, desaparecidos, secuestrados, desplazados, heridos, presos, extorsionados, amenazados, así como de otros muchos delitos por el control de cuerpos y de los recursos materiales de los territorios del país.[4]

Es falsa la imagen oficial de “Guerra contra el narco”, en realidad, se trata de una guerra (un gran negocio) intercapitalista por el monopolio de una mercancía ilegal, con bandos que para ello están construyendo su propia territorialidad y que se caracterizan todos ellos cada vez más por la interconexión entre el crimen organizado, el sector empresarial y el aparato de gobierno en todos sus niveles, comprendidas las fuerzas armadas.

Esta guerra encubre por lo menos tres tipos de violencia:

  • Una guerra en donde hay mexicanos que matan a mexicanos y los enfrentamientos no se pueden negar;
  • un “exterminio masivo” (en cifras oficiales, más de 100 mil muertos en 5 años y 27 mil desaparecidos desde 2006 a la fecha)[5]; entre sus principales víctimas tiene a un gran volumen de personas cuya identidad se omite en todos los medios de comunicación: los “desconocidos”. Un ejemplo de ellos son las masacres atestiguadas por un gran número de fosas clandestinas, como fue la de los 72 migrantes en Tamaulipas, ahora la ejecución arbitraria a manos de militares de 21 jóvenes en Tlatlaya[6].

El segundo frente que se va exterminando es a la misma sociedad. De ahí surgen los familiares de víctimas, doblemente criminalizados, que pasaron de un gran dolor, encierro y terror a ser heroicos actores sociales como defensores de derechos humanos, articulados en numerosas organizaciones nacionales, para que se haga justicia y se conozca la verdad de los suyos.

  • Los dos primeros tipos de violencia encubren al tradicional “exterminio selectivo” de activistas sociales, defensores del territorio y los derechos humanos, periodistas…Para el MPJD es fundamental tener presente los ejemplos de las víctimas por su lucha para exigir verdad y justicia: Pedro Leyva, indio nahua de la comunidad de Ostula en lucha por sus tierras y autonomía, asesinado en Ostula el 6 de octubre de 2011 –él iba a participar en el 2 ° Diálogo con Calderón del 14 de octubre-; Nepomuceno Moreno, padre y activista ejemplar, que buscaba a su hijo desaparecido, asesinado en Hermosillo el 26 de noviembre de 2011; Trinidad de la Cruz, líder moral de Ostula, secuestrado y posteriormente ejecutado el 6 de diciembre del 2011 en su territorio, dentro de una misión de acompañamiento de derechos humanos del movimiento; ese mismo día fueron desaparecidos en Petatlán, Guerrero, Eva Alarcón y Marcial Bautista, de la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra del Sur (OCESPCC); en el municipio autónomo purhépecha de Cherán, muy unido al MPJD desde el inicio, murieron varios comuneros en esta época (los últimos fueron Urbano Macías y Guadalupe Jerónimo); el 22 de octubre de 2012 fueron arteramente asesinados en Chihuahua dos fundadores del Barzón, Ismael Solorio y Manuela Solís, en lucha por sus tierras y el agua, quienes estuvieron en la primera caminata del Cuernavaca al DF, cuando inició el movimiento. Todos ellos y ellas fueron seres humanos ejemplares para la historia de México, dieron todo lo que tenían e impulsaban en el camino de la lucha por la justicia. En ninguno de estos casos se ha hecho justicia todavía. Otro ejemplo es Guerrero, que para finales de 2013, fueron asesinados cerca de 20 activistas sociales y en estos días hay un verdadero drama nacional: al menos 7 estudiantes normalistas de Ayotzinapa muertos y 43 desaparecidos en Iguala[7].

Recientemente, el aparato del poder ha encarcelado con impunidad y ‘siembra de pruebas’ a líderes de luchas sociales como: Mario Luna y Fernando Jiménez de la Tribu Yaqui en resistencia a la construcción del acueducto Independencia en Sonora; Nestora Salgado, Marco Antonio Suastegui, Arturo Campos, Gonzalo Molina, Bernardino García, Ángel García, Eleuterio García, Abad Ambrosio, Florentino García, Benito Morales y Samuel Ramírez de la Coordinadora regional de Autoridades Comunitarias de Guerrero (CRAC-Policía Comunitaria); Enedina Rosas y Juan Carlos Flores de la resistencia al gasoducto de Huexca (Puebla-Tlaxcala-Morelos); Francisco Santíz, preso zapatista; y el Dr. José Manuel Mireles, líder de las autodefensas de Michoacán.

De este modo, los actores más determinantes en el México actual para tratar de “parar la guerra” y resistir a sus efectos directos inhumanos, han sido los dos tipos principales de víctimas que son los activistas sociales comunitarios e individuales: los pueblos campesinos e indígenas y los barrios urbanos que resisten al despojo ilegal de sus territorios, cultura y recursos naturales a manos de las grandes trasnacionales mineras, madereras, del agua, supermercados, etc. En México actualmente hay un gran número de resistencias locales, con radicalidad noviolenta, que se hallan en proceso de articulación nacional pero sin poder llegar todavía a la no-cooperación y la desobediencia civil.

Esta situación de guerra y de exterminio se caracteriza también por una creciente crisis económica, una economía basada sobre todo en la informalidad y en el desempleo por lo que no ha de sorprender que el delito organizado genera más de 600 mil empleos directos, siendo la “principal fuente de empleo en el país”[8].

Los mecanismos a través de los cuales se ha facilitado el avance de esta situación han sido varios, uno central es la instalación del “pre-juicio social” (primera etapa de toda guerra), es decir, de despertar la sospecha de que esa persona o identidad social “en algo está metido”, “algo habrá hecho”, “si es delincuente, qué bueno que lo mataron, uno menos”, ante cualquier persona que sufra las consecuencias de muerte, secuestro, desaparición, extorsión por citar algunas formas de costo humano y con ello, desmovilizar a los cuerpos, dejarlos en la total indefensión y hacer creer que “a mí no me pasa nada porque no hago nada, mejor no me meto”. En México esta estigmatización ha sido muy fuerte hacia los jóvenes más pobres de las periferias urbanas y rurales. Esto ha tenido repercusión también en la vida social: el aislamiento, la desconfianza, el “encierro” ciudadano y la pérdida progresiva de los espacios públicos, de “la calle”, que fue resultado de una muy larga conquista de la humanidad como un lugar de libertad, protesta e igualación social. Ahora la calle es el “territorio impune del delito”: la frase más común que hemos oído en las caravanas del MPJD, a lo largo de todo el país, es: “Ya no puedo salir de mi casa”, y numerosas desapariciones se caracterizan porque “salió a comprar o a trabajar y ya no regresó”.

Otro aspecto ha sido la justificación político-militar de la guerra desde el aparato del poder, sostenido por casi todos los medios y sobre todo por Estados Unidos, desde la declaración de la “Guerra al narco”, con el presidente Felipe Calderón, que asumió el poder en diciembre del 2006, a partir de asociar  de asociar la idea de “Paz con la de Seguridad” a través de la permanente “siembra de la inseguridad y el terror” en la población, y la instalación de la “paz armada y militarizada”, en donde cada vez más las fuerzas armadas militares están asumiendo tareas policiacas y haciendo de lado cualquier garantía individual y de derechos humanos. El actual gobierno mexicano tiene como su primer eje “México en paz”, para justificar una  guerra de la que omite hablar y la preocupación de demostrar que el costo humano ha bajado, hecho que es constantemente desmentido por la sociedad civil organizada[9].

Uno de los obstáculos epistémicos más difíciles de enfrentar en la lucha por la construcción de paz, muy ligado a los dos anteriores que acabamos de mencionar, tiene que ver con la capacidad del poder y la autoridad de instalar en las masas, a través sobre todo de los medios, del “infantilismo social” a través de lo que Piaget llamaría el “pensamiento periférico”[10] (predominante en toda la sociedad) donde se pone la atención en el ‘aparente resultado final’ (número de homicidios) quitando la mirada del proceso (¿cómo se obtuvo?). Esto se complementa también con la imagen del  “adulto mayor”, donde se subsume y delega totalmente  “nuestra identidad” en esa autoridad, a través de un pensamiento mesiánico y “mágico-religioso”, porque ella ‘sí sabe’ y ‘me cuida’. Estas son partes constituyentes centrales de la raíz para construir en la población una “obediencia ciega y a prior a la autoridad y a toda orden de castigo que esta nos pida”[11].

Ante este panorama, ahora en México, en forma preventiva, estamos haciendo,  por ejemplo, muchos talleres  y acciones noviolentas públicas alrededor de las varias formas en que se instala el prejuicio, el mecanismo del “chivo expiatorio”, la “polarización social”, la “espiral de violencia”, en que crece y se desata mayor violencia e impunidad. Un aspecto de la lucha por la paz con justicia ha sido cómo colaborar en reconstruir el tejido social y despacio, volver a “recuperar la calle”: que los niños jueguen con libertad en el parque dos horas, que salgan a la calle solos frente a sus casas, que haya foros ciudadanos abiertos de discusión y organización en la calle, por ejemplo, son metas de lucha no menores en el México actual.

Dada la envergadura y proporción que está asumiendo la violencia en México  (y la presencia de un nuevo actor de violencia e impunidad totales que es el crimen organizado), no ha sido fácil construir acciones directas masivas en espacios abiertos que confronten directamente a la autoridad, aunque las caravanas del MPJD, plantones y tomas de muchos pueblos, comunidades y barrios han marcado un camino esencial de esta lucha. Es un momento en que mucha de esta energía social está encaminada y trata de entender qué pasa, para romper su indefensión y pasar a la acción. Por eso, la investigación y producción de conocimiento, hoy es más necesaria que nunca en una situación violenta muy ‘original’ que enfrentamos, como instrumento noviolento.

Vengo entonces a compartir preguntas, y a escuchar alternativas a la inhumanidad que enfrentamos en México, desde la construcción de paz y la noviolencia:

¿Cómo detener las diferentes formas de violencia en México -en medio de la impunidad oficial total- desde la noviolencia?

¿Qué hemos aprendido, para compartir y que sea útil para los que luchan?

 

3-EPISTEMOLOGÍA DE LA PAZ Y LA NOVIOLENCIA: NUESTRO APORTE

El trabajo por la paz –sea en la educación, en la cultura o en su construcción- está lleno de paradojas, de contradicciones profundas dentro de nosotros mismos, con los Otros y en la acción del orden social sobre nosotros. Así, la paz se construye más en las contradicciones y preguntas, que en las certezas y respuestas. Tomar conciencia de esta situación, es el punto de partida de toda epistemología de la paz y la noviolencia:

–          Quiero que mi hijo adolescente Joaquín me obedezca y enseño la “desobediencia debida a las órdenes inhumanas” a los jóvenes;

–          Hace más de un año he venido sosteniendo –en foros y medios escritos- que en México urge hablar menos de paz y más de justicia…y ahora me dan un premio Por la Paz;

–          He tratado de seguir el camino de la noviolencia y la objeción de conciencia al servicio militar, y de quienes más he aprendido de noviolencia es de un ejército armado: los zapatistas, donde fuimos alumnos de la dignidad, sabiduría  y firmeza de estas comunidades indígenas, que están construyendo una de las experiencias más originales y radicales cercanas al Programa Constructivo gandhiano.

–          La sociedad mexicana, en gran número, pide más policías o ejército para que los cuide siendo que en cada banda delincuencial hay policías o ex_policías o militares en activo o en retiro;

 

¿Qué reflexiones compartir desde nuestra pequeña experiencia, tratando que no sean simple información sino conceptualizaciones para la construcción de un conocimiento útil para educar y luchar mejor?

1-Desde hace unos veinte años, a cualquier curso de educación para la paz le doy un fuerte énfasis a lo que llamaría “epistemología de la paz”. Inicio el curso por una de las tareas más difíciles, si no la más, de la especie humana: “pensar”…en forma original (Fromm[12]) o autónoma (zapatistas, Piaget, Marín): poder hacer “observable” en nosotros el proceso constituyente en la construcción de nuestra “propia identidad” y la forma en que la inhumanidad del orden social –totalmente normalizada por la construcción de la ignorancia- se nos instala en una parte del cuerpo y la reproducimos sin una toma de conciencia. Konrad Lorenz[13] tiene una imagen bastante desafiante acerca de nuestra especie: “somos el eslabón perdido”, por tanto la humanidad desde el punto de vista cultural y social es todavía más un deseo, un proyecto, que una realidad: 1 de 4 personas no sabe si comerá mañana; hay genocidios en todos los continentes aun hoy…

Por tanto, la educación para la paz y la noviolencia, tienen el mayor desafío en construir procesos y mecanismos de co-operación que ayuden al largo proceso de humanización de la especie, que tiene como un punto central aumentar su capacidad –individual y colectiva- de “pensar autónomamente”.

2- Si alguien me preguntara, cuál es la tarea más esencial que nos une en el camino de  “humanizar a la especie”, de la noviolencia o de la cultura de paz, diría que es la construcción de tres principios que para mí son la esencia de esta cultura:

a) promover y construir una “desobediencia debida a las órdenes inhumanas”, como sostenía Juan Carlos Marín[14]. Esto implica una enorme dificultad y complejidad, pues debe contruirse a partir del conocimiento y la reflexión, y no  más desde la impartición de otras “órdenes”[15]: “La desobediencia es el último de los medios por el que se pone término a una tensión. Es un acto que nada de fácil tiene”[16];

b) tener la capacidad de “Humanizar al Otro”: conocer la lógica de su “proceso constituyente” para des-procesar (a través de la reflexión y/o de la acción) lo de inhumano que haya en su cuerpo e identidad[17];

c) considerar los “medios” como “fines”, la relación entre el fin y los medios es tan íntima como entre la semilla y el árbol, decía Gandhi: “de una semilla podrida no puede nacer un buen árbol”[18].

 3- A su vez, una acertada construcción del “principio de realidad” es la clave del buen inicio de una lucha o un curso, el cual debe realizarse a partir de algún tipo de objetivación empírica de la realidad (diagnóstico) y evitando caer en ‘recetas de acción noviolenta’ o ‘mecanicismos rutinarios de la acción’ correspondientes a otras realidades. Así, se evitará confundir la ilusión con la esperanza, se aclarará dónde está instalado nuestro cuerpo, si en el terreno de la solidaridad con los que luchan o en el de los que luchan porque tienen un adversario concreto enfrente, que se opone a sus metas. En México actualmente, muchos sectores de la población, por el drama de la violencia que les atraviesa, han tenido que pasar ya no de la solidaridad a la lucha, sino de la apatía social a la lucha, y no ha sido nada fácil, ya que no distinguir estas escalas activa los mecanismos de la indefensión, el miedo o el terror.

4- Acumular “fuerza moral”, esa es la primera gran batalla en una lucha social, ganar la disputa de la impugnación moral frente al adversario. Esto tiene que ver con la capacidad de “construir rupturas” (intelectuales-epistémicas-morales) en los propios, en la sociedad amplia y en el adversario.

5- En las luchas sociales hemos experimentado el poder de las pequeñas comunidades o grupos de base, las cuales si son construidas a partir del conocimiento (y no del simple voluntarismo) y la fuerza moral pueden constituirse en “armas morales”[19] (colectivas e individuales). Si estas “armas morales” logran articularse con más cuerpos, sobre todo de la comunidad directamente afectada,  y “desnudar públicamente la verdad del objetivo de esa lucha”, los espacios de lucha social pueden ampliarse a niveles inimaginados: ejemplos han sido algunas de nuestras luchas  como el Casino de la Selva, la Barranca de los Sauces, de  Alpuyeca ahora, del zapatismo, del MPJD, de Caminando Unidos…

Esta ampliación de los cuerpos y espacios de la lucha social tiene mucho que ver con la posibilidad de lograr que una parte sustantiva de la “reserva moral”[20] de la sociedad sea capaz de colocar sus cuerpos –en forma masiva o selectiva- en la calle (¡con acciones noviolentas proporcionales a las del adversario!) o en los espacios oportunos confrontando al poder que oprime.

La reserva moral de una sociedad aparece en situaciones de elevada inhumanidad cuando es imprescindible construir y delimitar ante las masas y la autoridad una “frontera moral” de la que no se está dispuesto a rebasar en el terreno de la violencia y la impunidad. En México, en los últimos años ha habido cuatro “Gritos de Indignación Moral” masivos: el ¡Ya Basta” zapatista de enero del 94; el “Estamos hasta la Madre” de Javier Sicilia y las víctimas de esta guerra de marzo del 2011; el “Yosoy #132” de los jóvenes democráticos; y el “¡Ya no!” del Dr. Mireles[21] y las autodefensas michoacanas.

Sin embargo, ante el aumento de la espiral de guerra en el país, en estos últimos años ha sido notoria la ausencia de la reserva moral nacional masiva en la calle ante, por ejemplo, el asesinato de Beti Cariño y Yyri Jaakkola, dos activistas sociales en una misión de paz humanitaria a la región triqui (Oaxaca) de San Juan Copala el 27 de abril de 2010; la masacre de 49 niñ@s en la Guardería ABC en Hermosillo; la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, el 22 de agosto de 2010; la masacre de Villas de Salvárcar (Cd. Juárez, 31 enero de 2010) con el asesinato de 16 estudiantes; la masacre de 52 personas en el Casino Royale de Monterrey el 25 de agosto de 2011…’Dejar pasar’ estos hechos sociales sin decir pública y masivamente ¡Ya basta! Ha corrido muy peligrosamente la “frontera moral” en la sociedad mexicana, lo que ha impedido, en parte, el desarrollo creciente de la guerra, las violencias y la impunidad en el país.

6- Respecto a las acciones noviolentas, Donald Hessler solía repetir que la “noviolencia era la más violenta de las violencias, pero que no usaba armas que buscaran destruir al adversario sino que querían que él tomara conciencia de lo justo y cambiara”. Gandhi, en cierto sentido, complementaba esta idea al decir que: “No podemos esperar 30 años a que alguien cambie, por eso usamos la acción noviolenta”. Y aquí, en cuanto a las formas de acción, entra en juego una reflexión central, demasiadas veces olvidada: la radicalidad de una acción no está marcada primero por los instrumentos-armas usados en ella (muchas veces “fetichizados”) sino por el “tipo de acción”, el lugar donde se realiza y el actor a quien va dirigida, y, sobre todo, por la relación que guarda con la intensidad de las acciones del adversario.

Asimismo, Donald siempre decía que en el “Nican Mopohua”, texto revolucionario de la resistencia indígena del siglo XVI, escrito en náhuatl, donde se narra la aparición de María de Guadalupe a Juan Diego, María pedía dos cosas al indígena: “humildad y audacia”. Creo que son dos de las mayores virtudes que debe tener alguien que lucha desde la noviolencia.

Finalmente, quiero reiterar mi agradecimiento grande ante todo a mi esposa Myriam y mi hijo Joaquín, verdaderos pilares de mi vida; a todos y todas las compañeras que tanto me han enseñado y con quienes tanto hemos compartido reflexiones y acciones sobre la construcción de paz con justicia, y la noviolencia; al buen espíritu universal ecuménico que, en medio de tantas fragilidades y potencialidades, nos acompaña muy pacientemente en este largo camino de humanización de la especie; a El-Hibri y su fundador por su generoso compromiso por la paz y el ecumenismo. Este reconocimiento nos compromete a todas y todos aún más en aprender y estar cerca de los más empobrecidos y de las víctimas de la violencia que a su vez son los más ricos en dignidad, verdad y valor para luchar.  

 

Pietro Ameglio Patella

Washington, 15 octubre 2014

[1] Jean Piaget. El criterio moral en el niño. México, Ed. Roca, 1985, pp. 9-90.

[2] Canción “Un pastito” de Los Olimareños,  del disco “Canciones Ciudadanas”, Orfeo, Montevideo, 2006

[3] Juan Carlos Marín. Los hechos armados. Argentina 1973-1976. La acumulación primitiva del genocidio.Buenos aires, Ed. La Rosa Blindada, P.I.CA.SO., 3ª. Edic., 2007, p. 47

[4] Consultar Informe Bourbaki en http://webiigg.sociales.uba.ar//revista cuadernosdemarte/revista.htm

[5] Raúl Flores. “Arranca la búsqueda de desaparecidos” en Excelsior. México, 23 febrero 2013.

[6] Gustavo castillo. “Crecen indicios de que en Tlatlaya hubo ejecuciones” en La Jornada. México, 26 septiembre 2014.

[7] Colectivo “Angela Esperanza”. El estado de la guerra en México hoy. México, 4 julio 2013; y El ‘exterminio selectivo’ en México hoy. México, 12 diciembre 2014. Ver Luis Hernández Navarro.  “Ayotzinapa y la matanza de Iguala” en La Jornada. México, 30 septiembre 2014.

[8] Israel Rodríguez. “El narcotráfico, el que genera más empleos: 600 mil, afirma experto” en La Jornada, México, 2011; Roberto Garduño. “Ocupa el narco tres veces más personal que Pemex” en La Jornada, México, 27 febrero 2013.

[9] Fernando Camacho. “Tramposo manejo de cifras de desaparecidos” en La Jornada. México, 24 agosto 2014, p. 4. Ampliar en Fernando CAMACHO. “Con estrategia perversa, el gobierno minimiza las desapariciones forzadas: ONG” en La Jornada. México, 15 agosto 2014.

 

[10] Jean Piaget. La toma de conciencia.  Ed. Morata, Madrid, 1976, pp. 256-258.

[11] J.C.Marín. “Conocimiento y desobediencia debida a toda orden inhumana. Prólogo de Myriam Fracchia” en Cuadernos de Noviolencia. Cuernavaca, Universidad Autónoma de Morelos (UAEM), Secretaría de Extensión, 2014.

 

[12] Erich Fromm. El miedo a la libertad. Ed. Paidós, p. 232.

[13] Konrad Lorenz.la agresividad ese pretendido mal. México, Ed. Siglo XXI

[14] J.C.Marín.  Conversaciones sobre el poder. (Una experiencia colectiva). Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Instituto “Gino Germani”, 1995, p. 34. En la Declaración Final del XXII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, en Concepción, Chile, en octubre de 1999, se dijo: “Postulamos así la urgencia de colaborar en la construcción de un juicio moral que haga posible la ruptura con las formas de obediencia acrítica a la autoridad, haciendo observable y promoviendo la desobediencia debida a toda orden de inhumanidad”.

[15] Elías Canetti. Masa y poder. México, Alianza Editorial 494 p.

[16] Stanley Millgram. Obediencia a la autoridad. Bilbao, Descleé de Brouwer, 1980, pp. 152-153.

[17] J.C.Marín. “Conocimiento y…

[18] M. Gandhi. En lo que yo creo. México, Mérida, Ed. Dante, 1985,  p. 114.

[19] J.C.Marín. Conversaciones sobre… p. 25

[20] Pietro Ameglio. “La reserva moral mexicana sale a la calle” en  Proceso. México, 17 abril 2011.

[21] José Gil-Olmos. “Sólo el pueblo puede defender al pueblo” en  Proceso. México, 24 noviembre 2013.