Es curioso lo que ocurre con algunas fechas, sobre todo cuando coinciden, el 11 de septiembre, por ejemplo, que para nosotros los chilenos es un hito doloroso que golpea el recuerdo con una Moneda ardiendo y con los ojos morados por la represión, la codicia y la violencia… dejó de ser sólo nuestro en 2001, cuando vimos caer el estandarte del capitalismo y a miles de personas, de inocentes, tal como el 73’ en Chile, víctimas de la irracionalidad, fanatismo y oscuros intereses económicos.
El 9 de noviembre el pueblo estadounidense eligió en las urnas a Donald Trump, a ese sujeto con un discurso misógino, racista, desintegrador y que promete levantar un muro a la población mexicana, a la conciencia y a lo humano. Ocurre que, nuevamente la historia y los ciclos, casi como orquestados, hace coincidir la proclamación de Trump con la caída del muro de Berlín, fecha que como SERPAJ conmemoramos como el fin a la segregación, al dolor, al símbolo de la división de dos culturas en Alemania, como manifiesto de una acción popular por el derecho y un grito de ¡nunca más! Pero… el nunca más nos cae como agua fría al observar la cantidad de votos que pusieron a liderar el país más poderoso del mundo a quien encarna todo aquello que no queremos recordar.
Curioso también lo que ocurre con los procesos democráticos, pues, las eternas luchas que se han librado alrededor del mundo por dar voz y capacidad de elegir, se caen a pedazos cuando el electo no representa esa añoranza de un territorio libre, justo y equitativo y al contrario, la amenaza. No hablo solo de lo que ocurre en Estados Unidos, porque en Latinoamérica también se ha elegido a un Piñera, un Peña Nieto y un Macri… pesa… pesa la abstención, pesa el letargo, pesa la lucha desde el sillón, reclamando frente a la tele y el activista de Facebook, pesa por que con los brazos caídos y la voluntad dormida volvemos rápidamente a ser observadores silentes de la prostitución de nuestros derechos fundamentales.
Vimos en vivo como 59.690.096 personas dijeron sí a la xenofobia, sí al armamentismo, sí a una política energética sin trabas, sí a un medioambiente postergado, sí a una política exterior narcisista y ofensiva, sí a la exclusión…sí a la violencia, y nos toca fuerte pues el solo acto de votar por Trump, el candidato del Klu Klux Klan es poner una muralla gruesa y dura contra el sentido social de América Latina… o lo que queda de él.
Curioso esto de las fechas, como último acto de la triste e histórica ironía, la fiesta de victoria de Trump fue realizada en el mismo hotel donde otrora el defensor de los derechos ciudadanos, Malcolm X, pasara sus últimas horas… el mismo lugar que albergó al ícono de los derechos afroamericanos y la lucha contra la segregación, fue el escenario de triunfo de quien representa los antivalores de la lucha que lo llevó a la muerte. Los hitos, los lugares, las fechas se repiten en el tiempo para hacernos recordar que la lucha no violenta no termina, que el aprendizaje no ha sido suficiente y que nuestro letargo es tal, que la historia se ha encargado de refregarnos que hace 27 años ya habíamos aprendido esta tarea, y hoy nos damos de cabeza, otra vez, contra el muro.
Patricio Labra
Director Ejecutivo
Servicio Paz y Justicia Chile.