El sacerdote jesuita fundó el 14 de septiembre de 1983  el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo: buscando a través de la no violencia apelar a las conciencias y denunciar los vejámenes de la dictadura de Pinochet.

Este domingo, en la explanada del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, se despidió al “cura obrero” José Aldunate Lyon, con un emotivo velorio ciudadano en reconocimiento a su labor social y compromiso con la defensa de los Derechos Humanos.

El sacerdote “Pepé” Aldunate fue un teólogo, intelectual, obrero, educador y activista, pero sobre todo fue un defensor de los desposeídos y oprimidos: “Me hice teólogo de la liberación; (porque) esa teología fue la que incluyó la opción por los pobres: para realizar el sueño de Dios, que es una humanidad fraternal, hay que comenzar por luchar contra la pobreza, crear equidad, crear justicia en este mundo”.

Colaboró con Alberto Hurtado en la Acción Sindical Chilena, en los años `70, siendo parte del trabajo de una comunidad cristiana de base, formó el Equipo Misión Obrera (EMO) y durante la Dictadura, este grupo se dedicó a la defensa de perseguidos del régimen militar y a promover la recuperación de las libertades cívicas.

Apoyó activamente a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos,​ conformada mayoritariamente por mujeres, a través de sus escritos en las publicaciones clandestinas “No podemos callar” (que circula desde 1975) y “Policarpo” (que la sucede hasta 1995), así como en la revista “Mensaje”.

Además, las acompañó cuando marcharon por las calles con las fotografías de sus familiares, cuando aparecieron cuerpos, y cuando realizaron huelgas de hambre: “Yo estaba lleno de admiración por ellas. Las acompañé en Lonquén, cuando se descubrieron los cuerpos, y también en Villa Baviera. Me sumé a una larga huelga de hambre que hicieron durante 17 días, yo ayuné con ellas durante 14. Estuvimos en la Iglesia de Jesús Obrero, en la capilla donde estaban los restos del padre Hurtado, antes de su traslado al Santuario. Participaron varios sacerdotes, sólo tomábamos agua. Fue una experiencia muy marcadora”.

En septiembre de 1983 fundó el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, que reivindicaba la memoria del trabajador de la construcción de la ciudad de Coronel,  quien el 11 de noviembre de 1983 se inmoló quemándose a lo bonzo frente a la Catedral de Concepción, gritando a viva voz: “¡Que la CNI devuelva a mis hijos!, exigiendo conocer el estado y el paradero de detención de sus hijos María Candelaria y Galo Fernando Acevedo Sáez, detenidos el día 9 de noviembre por agentes represivos del Estado chileno.

“En septiembre del 83 salimos a la calle por primera vez (con el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo). Escogimos un lugar de tortura que estaba en avenida Borgoño […] Llevamos un lienzo que decía “aquí se tortura”. Armamos un escándalo en la calle, paramos el tráfico, echamos un canto, juntamos 70 personas. Hasta que llegaron los carabineros con sus carros […] Las acciones públicas que nos sacaron a la calle fueron unas 180 en los seis años que duró el movimiento”.

Asimismo, cumplió un papel fundamental en la denuncia del centro de torturas y exterminio Villa Grimaldi y en su posterior recuperación como sitio de memoria.

En 1988, recibió el Premio Nobel Alternativo de la Paz, otorgado por Organismos No Gubernamentales de la Comunidad Económica Europea. En los 90, fue galardonado con  el Premio Leónidas Proaño y el de Amnistía Internacional. Finalmente, el 20 de junio de 2016, el Instituto Nacional de Derechos Humanos​ le entregó el Premio Nacional de los Derechos Humanos de Chile.

Sus funerales se celebraron este lunes pasadas las 11:00 de la mañana en la Iglesia de San Ignacio.