Fuente: Resumen.cl
Cada año, impajaritablemente, compañeras, compañeros y familiares de los asesinados en 1984 en la Operación Alfa Carbón, se reúnen para traerlos al presente a través de pequeñas conmemoraciones en distintas zonas del sur del país. Actos, discursos, presentaciones musicales y memoriales han sido las formas en que se les ha honrado y reconocido como luchadores sociales contra la tiranía. Este año tiene una característica especial: se cumplirán 40 años de los asesinatos de siete militantes de la resistencia a la dictadura perpetrados en el marco de la aberrante y criminal acción represiva.
Resumen entrevistó a Rodrigo Muñoz, ex militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), sobreviviente de estos hechos, y actual miembro de la Comisión de Memoria Histórica y Derechos Humanos de la Mutual Bautista Van Schouwen, para recoger su impresión sobre los sucesos, los orígenes de la matanza y su arista judicial.
Rodrigo, como ex militante mirista y sobreviviente de esta brutal acción represiva: ¿Qué puede decirnos acerca del momento en que se produce esta operación y sus implicancias?
La «Operación Alfa Carbón» fue una acción represiva ejecutada por la dictadura los días 23 y 24 de agosto de 1984 en varias ciudades del sur del país. La operación, que causó siete víctimas, decenas de detenidos y decenas de personas perseguidas, fue el punto culminante de una acción organizada por la Central Nacional de Informaciones (CNI) cuya preparación y desarrollo se prolongó por varios meses. El objetivo principal de esta operación de inteligencia fue neutralizar la actividad que la resistencia antidictatorial venía desarrollando en las provincias de la Octava, Novena y Décima Regiones.
En esa época, las acciones de resistencia se habían multiplicado en las ciudades y pueblos del sur como parte del accionar de autodefensa popular generados durante las jornadas de Protesta Nacional que comenzaron a realizarse por todo el país desde el 11 de mayo de 1983 en adelante. Las acciones de resistencia no sólo se efectuaban como autodefensa en el marco de las protestas que se sucedían con una periodicidad mensual, sino que también se enmarcaban en el desarrollo de las milicias populares y de la propaganda armada que se producían en la lucha antidictatorial.
¿Las jornadas de protestas populares se expresaban también en las ciudades y pueblos de esta provincia y del sur del país?
Eso es así. Este creciente movimiento de resistencia era la continuidad de un lento proceso de reanimación popular. Luego del letargo social provocado por el terror dictatorial, a fines de la década del 70 comenzaron a realizarse las primeras movilizaciones sociales en diversos ámbitos. El descubrimiento en octubre de 1979 de las osamentas de 19 víctimas del caso Laja-San Rosendo, todas ellas detenidas y desaparecidas, generó una ola de solidaridad activa que se tradujo en manifestaciones de rechazo a la dictadura y sus matanzas. Manifestaciones que igualmente fueron brutalmente reprimidas.
Sin embargo, este hecho, junto con revelar parte de la verdad sobre los detenidos desaparecidos en la región, permitió establecer lazos entre organizaciones vinculadas a las luchas por los derechos humanos. La Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos intensificó sus manifestaciones en las calles y en recintos de la Iglesia exigiendo respuestas sobre la suerte de sus seres queridos caídos en manos de las huestes represivas del régimen tirano.¿La dictadura reprimía a las organizaciones de familiares de víctimas solamente o a cualquier manifestación social?
La represión era también la respuesta que recibían las organizaciones y los grupos de trabajadores y profesores que -tímidamente- hacían manifestaciones de reclamo en espacios públicos y céntricos de la ciudad de Concepción. Los estudiantes de la Universidad de Concepción comenzaron a organizarse en los CODE (Comités Democráticos) y a realizar movilizaciones dentro del propio recinto desde comienzos de 1983 y en noviembre de ese año se reactiva la FEC. En marzo de 1984 salía a las calles penquistas la primera marcha en dictadura de los estudiantes de esa Universidad. La represión de nuevo fue la respuesta a la movilización estudiantil. En medio de estas manifestaciones, en marzo de 1984, es asesinado por las fuerzas represivas el estudiante Caupolicán Inostroza.
En noviembre de 1983 ocurre otro suceso que remueve las conciencias y voluntades de las luchas sociales penquistas. El día 11 se inmola en la plaza de Concepción, frente a la catedral, el obrero coronelino Sebastián Acevedo en un acto extremo que busca proteger mediante su inmolación la vida de dos de sus hijos que habían sido secuestrados por la CNI en días recientes y de los cuales se desconocía todo dato de su suerte y paradero. El padre muere, los hijos salvan con vida (aunque siguieron detenidos) y el sepelio y sepultación del inmolado padre se convierten en actos masivos de repudio y rechazo a la barbarie dictatorial.
El 1° de mayo de 1984, las manifestaciones en torno al Día del Trabajador, se convierten en masivas expresiones de protesta que fueron brutalmente reprimidas. En suma, desde comienzos de los años 80 se vivía en la zona un clima de agitación y creciente movilización de sectores sociales que alcanza su apogeo masivo desde que surgen las protestas nacionales en mayo de 1983. Sin embargo, la represión no lograba amilanar la decisión de movilizarse y luchar que expresaban los diversos sectores sociales.
¿Cuál era el nivel de injerencia que tenía la resistencia organizada y los partidos de izquierda en todo este proceso de reanimación social?
Eso era relativo al nivel de fortaleza propia de cada partido y de su disposición de lucha. Esta activación social en algunos casos contaba con la incidencia y a veces presencia activa de organizaciones de izquierda en el impulso y organización de las mismas. El MIR y sus bases en la región eran parte de estos esfuerzos.
Producto de este desarrollo de la oposición popular al régimen, la masividad de las protestas, la extensión social y territorial que alcanzaban las manifestaciones, la actividad de resistencia armada también había logrado una cierta presencia y notoriedad en la zona penquista en donde se hacía sentir también el accionar de grupos de propaganda armada, de acciones milicianas y -en menor medida- de grupos operativos que realizaban acciones de sabotaje menor sobre la infraestructura. A ello hay que agregar que el MIR había dado muestras y ejemplos de una disposición de luchar contra la dictadura por todos los medios y -aunque haya fracasado en ello- tenía el antecedente reciente de intentar impulsar la lucha armada y guerrillera en estas provincias sureñas el año 1981. Este factor, sumado a la creciente presencia de organizaciones populares movilizadas y en lucha contra el régimen, llevó a que la CNI fijara como una de sus prioridades la búsqueda de información que les permitiera desarticular esta creciente actividad de resistencia y de oposición en el sur.
¿Cómo se origina esa actividad de los órganos represivos? ¿Ustedes, los militantes activos, no lograron detectarla a tiempo? ¿Qué pasó?
Evidentemente hubo situaciones que no descubrimos oportunamente, otras que se detectaron, pero no sopesamos de la manera adecuada. No podíamos saber que el ente represivo se había propuesto la neutralización mediante el asesinato de nuestros principales dirigentes de la resistencia en estas provincias, además de la detención de los militantes que integrábamos la organización mirista en la zona sur, y la destrucción o dispersión de nuestras bases de apoyo.
Recién en los últimos años, con el decurso de la tramitación judicial de los hechos, a través de los familiares de los caídos, hemos podido conocer pormenores y dimensionar la secuencia de esta matanza. En esta llamada «Operación Alfa Carbón», en particular, el comienzo de la actividad represiva sobre la organización de la resistencia se sitúa a inicios del año 1984. Por esa fecha, la CNI en la región de Concepción desplegaba sus agentes en terreno, en las calles, en los barrios, infiltrando las organizaciones sociales, vigilando dirigentes de masas, tratando de obtener información o indicios de información que les permitieran acercarse a los autores de las acciones de resistencia antidictatorial que se hacían sentir en la zona.
Según se desprende de declaraciones judiciales de agentes involucrados en los hechos (causa rol 11-2009, de la Corte de Apelaciones de Concepción), a comienzos de ese año la CNI Concepción logró obtener información en una población de Coronel que le condujo a tener entre sus manos la primera hebra de una madeja que no podían saber hasta donde les conduciría. A poco andar, producto de la vigilancia y seguimientos a esa hebra inicial, el órgano represivo logra darse cuenta de que ha llegado a niveles de dirección de la organización mirista en el sur y todo adquiere otra dimensión.
¿Qué significa esa otra dimensión?
Que para la dictadura y la CNI el asunto adquiere relevancia nacional. El mando regional de la CNI penquista informa a sus superiores de la División Regionales en Santiago del hallazgo de insospechadas dimensiones que superaba su disponibilidad de medios y recursos. El limitado objetivo inicial que se remitía a tratar de dar respuesta represiva a una actividad opositora y de resistencia local, de pronto pasa a tener una relevancia y connotación nacional. El mando represivo central, en Santiago, decide tomar el control del asunto y plantearse objetivos superiores: esto es, dar un golpe de aniquilamiento a la cúpula mirista y la neutralización de la capacidad operativa de la resistencia en el sur.
Dispone entonces el traslado de agentes y medios hacia la zona sur para extender y profundizar las líneas de seguimiento y vigilancia de las sucesivas hebras que se iban acumulando. Así, un insignificante dato que les aparece en una población minera conduce a la CNI hacia la organización casi completa del MIR y la resistencia en Concepción y, sucesivamente, en Los Ángeles, Temuco y Valdivia, además de otras provincias y localidades que en su conjunto conformaban la estructura sur del MIR.
¿Quiénes dirigían la CNI en Concepción?
En la época en que se producen los hechos y se desarrolla la «Operación Alfa Carbón», la División Regionales de la CNI estaba comandada por el coronel de ejército de nombre Marcos Spiros Derpic Miranda. Este individuo estaba a cargo de esta división desde febrero de 1983; después, entre marzo del 88 y septiembre del 90, ocupó el cargo de sub director de la CNI y llegó a retiro del ejército con el grado de brigadier. Este criminal se suicidó en marzo de este año 2024 cuando debía ingresar a prisión a cumplir una sentencia de 20 años de cárcel por su participación en la ejecución de estos crímenes.
La Brigada Concepción de la CNI era dirigida por el mayor de ejército Jorge Camilo Mandiola Arredondo. Este sujeto fue destinado por el ejército desde 1975 a cumplir funciones en la DINA primero y en la CNI después; a Concepción llegó a comienzos de 1983 a hacerse cargo de la Brigada Regional y estuvo en el puesto hasta el término de la dictadura. Por los crímenes de la «Operación Alfa Carbón» fue condenado a 15 años de presidio. Para el año 1984 Mandiola era secundado por el entonces teniente de carabineros Enrique Parada Figueroa. Ambos oficiales dirigían una unidad integrada por unos 25 agentes y funcionarios que operaban desde el Cuartel Pedro de Valdivia, ubicado en la calle del mismo nombre Nº 710, esquina con Bahamondez, en el sector Pedro de Valdivia de Concepción. Dentro de este personal funcionaba un grupo conocido como Unidad Anti Subversiva destinado a investigar los grupos de izquierda o subversivos, según lo signaba la terminología represiva; esta unidad estaba compuesta por unos 8 agentes organizados en tres o cuatro equipos de investigación.
Al respecto Jorge Mandiola declaró en el proceso judicial que «aproximadamente un año antes, o con toda certeza desde comienzos del 84, personal bajo su mando empezó un trabajo de inteligencia sobre sujetos extremistas del MIR producto del cual lograron detectar una estructura completa del mencionado movimiento subversivo que incluía nombres, domicilios, contactos y organigrama». Los agentes de la Brigada Regional Concepción que declararon en el proceso judicial refrendan las afirmaciones de su jefe.
¿Desplazaron agentes desde Santiago o sólo controlaron todo desde la capital?
Mandiola Arredondo pidió apoyo en hombres y recursos a sus superiores en Santiago. Es así como, a petición de Derpich Miranda, la dirección de la CNI ordenó a la División Anti Subversiva, asentada en el Cuartel Borgoño de Santiago y comandada por Álvaro Corbalán Castilla, trasladar hacia el sur a personal de las Brigadas bajo su mando para ampliar y profundizar la labor de inteligencia y ejecutar el operativo final. Álvaro Corbalán también fue condenado a 20 años de presidio por los crímenes cometidos en esta operación represiva.
Los agentes de la División Anti Subversiva enviados a Concepción, Los Ángeles, Temuco y Valdivia fueron de preferencia, pertenecientes a la Brigada Azul, Brigada de la CNI especializada en la persecución y represión al MIR. Así mismo, Derpich Miranda designó a Joaquín Molina Fuenzalida, segundo jefe de la División Regionales, para que asumiera la planificación del operativo destinado a terminar con la cúpula del MIR en la zona sur. Molina Fuenzalida es un criminal que fue asesinado en noviembre de 1988 por el hijo del Mamo Contreras (el ex jefe DINA) en una rencilla entre matones.
A partir de mediados de mayo del 84 los agentes de la Brigada Azul comienzan a tomar el control de los operativos de seguimiento, vigilancia y marcaje sobre los militantes del MIR, los cuales estaban siendo sucesivamente encuadrados producto de la labor de investigación. El número de agentes trasladados desde Santiago fue aumentando con el correr de los días y semanas, así como los recursos y medios técnicos que se dispusieron para la operación de inteligencia. No bastaron los agentes de la Brigada Azul y progresivamente fueron agregándose agentes provenientes de la Brigada Café, de la Amarillo, de la Plomo, de la Verde y de la Brigada Especial. Para el momento de la ejecución de la operación el número de agentes trasladados desde Santiago a las ciudades del sur era superior a los 60 individuos.
¿Y durante todo ese tiempo no lograron descubrir la actividad de vigilancia sobre ustedes? De nuevo surge la pregunta: ¿Qué pasó?
Detectamos actividad de vigilancia o presencia sospechosa de vigilancia y seguimiento muchas veces. Pero ya dije que como organización sopesamos o evaluamos mal esas situaciones. Los primeros indicios se tienen precisamente a mediados de mayo de 1984, aunque ahora sabemos que la actividad de inteligencia había comenzado ya meses antes.
En reiteradas ocasiones militantes activos informábamos de indicios, o de situaciones raras, o de abiertas actividades de seguimiento. Pero como organización no se tomaron los resguardos adecuados. Además, resulta evidente que cometimos errores individuales por falta de rigor conspirativo y celo clandestino que facilitaron el trabajo a los agentes que les seguían y vigilaban por todo el territorio físico y orgánico por donde aquellos descuidados militantes se desplazaban o con quienes tenían vínculo. Eso también ocurrió y contribuyó a la amplitud del golpe represivo.
¿Todo eso culmina con la matanza de agosto?
La fase previa de encuadre la dan por terminada cuando logran precisar quiénes eran los jefes y militantes de mayor jerarquía dentro de la estructura del MIR en la zona sur. Entonces proceden a planificar y ejecutar el operativo definitivo. Los principales dirigentes del MIR fueron ejecutados.
Las acciones en Concepción fueron encabezadas por Derpic y Corbalán en persona, secundados por Mandiola, Francisco Zúñiga y otros oficiales operativos. En Los Ángeles el mando operativo lo ejerció Krantz Johans Bauer Donoso, oficial de la Brigada Especial venido desde Santiago, y que falleció años más tarde sin ser procesado. En Valdivia, las acciones represivas las comandó Patricio Lorenzo Castro Muñoz, oficial de la Brigada Amarillo enviado por Corbalán a asumir el control en esa ciudad. Estuvo secundado por Luis Alberto Moraga Tresckow y Oscar Alberto Boehmwald Soto, oficiales CNI jefes de las brigadas locales de Valdivia y Puerto Montt.
La versión oficial del régimen señala que se trató de enfrentamientos: ¿Quedó desmentida esta versión en la investigación judicial?
La lógica de presentar las ejecuciones y asesinatos como «muertes en enfrentamiento» formaba parte de los métodos represivos y de desinformación aplicados por el régimen dictatorial. Pinochet, por cierto, siempre estuvo enterado de la preparación y ejecución de este operativo criminal. Es, por lo demás, impensado que no estuviera informado por Gordon y sus subordinados de las acciones que estaban prontos a ejecutar. Incluso el propio tirano se anticipa a los hechos y da señales claras de que se aprestan a propinar un golpe de proporciones a sus opositores, aunque sin decir dónde; el 16 de agosto del 1984 señalaba ante corresponsales extranjeros: «Hemos encontrado extremistas. Estamos encontrando y tenemos huellas. Ahora muchas veces hay que dejarlos que engorden para poder tomarlos a todos. Hay bastante gente detectada». Así, sin limitaciones de ninguna especie, las huestes represivas se dispusieron a ejecutar una nueva matanza.
Cometieron siete crímenes. Los compañeros Luciano Aedo Arias, Mario Lagos Rodríguez, Nelson Herrera Riveros, Mario Mujica Barros, Rogelio Tapia de la Puente, Raúl Barrientos Matamala y Juan José Boncompte Andreu fueron asesinados. Las ejecuciones se cometieron en las ciudades de Concepción, Los Ángeles y Valdivia, en donde los militantes residían y desarrollaban su actividad opositora al régimen dictatorial. La operación represiva también incluyó acciones en la ciudad de Temuco, con la sola diferencia de que allí no se registró ningún ejecutado. Otros tantos compañeros y compañeras fueron detenidos por las hordas represivas.
¿A los ejecutados podrían haberlos detenido en vez de asesinarlos?
En todos los casos el despliegue de agentes de la CNI fue numeroso, demostrando un enorme poderío de fuerzas y medios, que perfectamente les posibilitada detener a las personas, si ese hubiese sido el propósito, en lugar de matarlas. Pero, ya está dicho, el propósito fue siempre la eliminación física de los resistentes, por ello no vacilaron en ejecutarlos a mansalva, o fríamente, o en descampado, o sobreseguro, porque ese era el plan dispuesto por el mando superior de la represión. Luego, en todos los casos, los hechos fueron presentados como muertos en enfrentamiento con las fuerzas represivas, cuestión que fue acompañada con puestas en escena y registros de medios de comunicación siempre serviles al régimen.
No hubo más muertes solo porque algunos compañeros y compañeras lograron romper el cerco y escapar del destino que la CNI les había determinado; no hubo más detenidos solo porque decenas lograron eludir la acción represiva sobre ellos o sus viviendas. En los hechos, el despliegue represivo se extendió por las provincias de Concepción, Biobío, Malleco, Cautín y Valdivia.
¿Fueron identificados y condenados los responsables de los crímenes?
Luego de un proceso judicial que se prolongó por décadas, en marzo de 2024 se dictó sentencia definitiva en que se condenó a 15 agentes de la CNI por su participación en estos asesinatos de la «Operación Alfa Carbón». Otros dos condenados en las instancias previas, fallecieron en el curso de la tramitación judicial. Otros tantos involucrados en los hechos quedaron sin ningún tipo de sanción por parte de la justicia.
Para terminar ¿Qué acciones de memoria han realizado ustedes como mutual y qué actividades se realizarán para conmemorar los 40 años de la masacre?
En el largo camino en busca de verdad y justicia tanto los familiares de los caídos como organizaciones sociales de las provincias afectadas también han desarrollado una incesante labor de memoria para que estos hechos sean conocidos por la sociedad y las víctimas sean reconocidas como luchadores sociales contra el régimen tirano. Esa ha sido parte de la labor de memoria que hacemos como mutual. En ese sentido, se han erigido memoriales e hitos en diversos lugares que señalan los crímenes cometidos y reivindican la memoria de los caídos. Estos memoriales son La Estrella (en Hualpén), El Libro (en Idahue), El Memorial 23 de Agosto (en la Vega Monumental), la Plaza de los Derechos Humanos (en la población Orompello de Los Ángeles), La Cruz (en el Puente Estancilla en Valdivia), La Mano (en la población Rubén Darío, en Valdivia).
Para conmemorar estos 40 años, aquí en Concepción, junto con los familiares planificamos realizar un conversatorio alusivo este viernes 23 a las 18:30 hrs. en el local del Sindicato Petrox. Mientras que el día sábado 24 realizaremos una ruta de homenajes en Idahue, y Hualpén, culminando en la Vega Monumental con un acto cultural. Actividades similares se realizarán también en la ciudad de Los Ángeles y en Valdivia.