El 13 de octubre de 1980, el parlamento noruego anunció con gran reconocimiento el Premio Nobel de la Paz para Adolfo Pérez Esquivel. En un contexto marcado por la violencia y la opresión de las dictaduras en América Latina, Adolfo se destacó como un incansable defensor de la justicia y los derechos humanos.
Su labor trascendió a través de organizaciones como el Movimiento Ecuménico Paz y Justicia, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y, especialmente, el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ).
Este día, rendimos homenaje a su dedicación ejemplar en la construcción de una sociedad más justa, democrática y comprometida con la promoción de una Cultura de Paz y No Violencia. Hoy, su legado nos sigue inspirando el camino hacia un mundo mejor.